"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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31-12-2012 |
Uruguay
EE.UU.-Uruguay: ¿relaciones entre iguales?
El General ® Pedro Aguerre Alfano en su libro “Hermano, trabajaremos de presos” “El Coronel Pedro Montañez y la Corriente 1815” sostiene que la “idea maestra” de Artigas la expresa en su pensamiento “América es mi Sistema”, “significando la unidad de América del Sur como finalidad de sus esfuerzos.” (Página 133). Bajo la óptica artiguista –que no es opuesta al internacionalismo del movimiento obrero y socialista- abordamos el grave problema en que se está metiendo al país, y que sí contradice esos fundamentos: el Tratado Militar con Estados Unidos. El gobierno no equivale al poder. Ahora bien: o el gobierno enfrenta al poder militar –reaccionario, protector de los victimarios del pueblo, apegado a la Doctrina de la Seguridad Nacional con su Plan Cóndor-o se convierte en su cómplice. Por eso, aunque parezca elemental se hace preciso reafirmar conceptos básicos que están en el ADN del Frente Amplio, pero que parecen olvidados, o peor, ocultados.
El primero, el imperialismo existe y tiene como principal potencia explotadora y dominadora a los Estados Unidos. En el sistema capitalista mundializado, la plusvalía extraída principalmente de los trabajadores de los países periféricos fluye a las multinacionales y a los centros financieros, reafirmando la contradicción principal del sistema: la burguesía imperialista, con sus diversos asociados y testaferros, enfrenta al haz de clases, capas y sectores populares de esos países. La Consultora KPMG documenta en “Investigaciones de Fusiones y Adquisiciones” que en el año el total de los recursos expatriados en el mundo equivale al PBI de Estados Unidos y de Japón sumados, la mayoría de los cuales proviene de la periferia.
El segundo, las relaciones de poder económico y político-militar se modifican. Las instituciones y organismos defensores del sistema lo reconocen. La OCDE afirma que en los próximos cincuenta años el poder económico cambiará drásticamente “con un crecimiento más acelerado de las economías emergentes que darán cuenta de un porcentaje más importante del producto mundial.”. Para 2016 China será la primera economía, en tanto que perderán poderío las sociedades “envejecidas” (Estados Unidos, Unión Europea y Japón).
El tercero, Estados Unidos, potencia declinante en su poderío económico y político, es primera potencia militar, y para reafirmar su supremacía vuelca los mayores recursos disponibles. En Defensa gasta el 43 por ciento del gasto total mundial. Se reafirma la tesis de Mao Tse Tung: el imperialismo estratégicamente es un “tigre de papel” pero en lo inmediato, en lo táctico, tiene los colmillos bien afilados.
Con tales premisas, suena pueril que desde el gobierno se afirme que el vínculo entre EE.UU. y Uruguay es “muy bueno”, o que ahora logramos relaciones “en pie de igualdad”, o que EE.UU. nos brinda una “oportunidad”. Tales juicios son apropiados para quienes siempre han buscado la subordinación a su poder, por la vía de Tratados de Libre Comercio o militares. Pero son impropios de la izquierda y de este gobierno, quien parece padecer del síndrome de Estocolmo, la reacción patológica por la cual las víctimas desarrollan una relación de complicidad con sus victimarios.
El Documento Guía del Ministerio de Defensa de EE.UU. (enero de 2012) “Manteniendo el liderazgo mundial: prioridades para la defensa del siglo XXI” arroja luz para comprender la propuesta estadounidense de un acuerdo de cooperación. Allí se sostiene que Estados Unidos -mientras se retira de Irak y Afganistán- se halla en “un punto de inflexión estratégico” pues su objetivo es China y su zona de influencia en Asia-Pacífico. Sin embargo, estos EE.UU. ya no están en su apogeo: su presupuesto sufre recortes fiscales, pesa la enorme deuda externa (la mayoría, precisamente, con China) y para colmo, sufre la resistencia de su propia población; así, los veteranos de sus guerras (Irak, Vietnam) declaran sentirse estafados y su ubican en el “99 por ciento” frente al uno por ciento de los privilegiados. Entonces, forzado por las adversidades, en su tradicional patio trasero plagado de “gobiernos populistas” (algunos de ellos, enfilados al socialismo) elige “socios de seguridad”, procurando reforzar las estrechas relaciones mantenidas con el poder militar subsistente. Para la guerra que comienza a instrumentar –la de los drones- necesita una gran infraestructura de pistas para aterrizaje y despegue, las llamadas bases “nenúfares”, las plantas que en los cursos de agua permiten a las ranas ir saltando de unas a otras hasta cazar al insecto deseado. Y es paradójico que mientras James Carter escribe en el “New York Times” que “las políticas contra el terrorismo de nuestro gobierno están ahora claramente violando al menos, 10 de los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos” , entusiastas del gobierno uruguayo ven la “oportunidad” de acordar un tratado con la potencia agresora en “pie de igualdad”. Tratado que acepta “bases de operaciones” inadmisibles para la soberanía nacional, lo que nos retrotrae a los años 40 cuando Luis A. de Herrera se opuso e impidió el establecimiento de bases extranjeras. Ese juicio entusiasta es demasiado tonto, y abdica de la rica tradición antiimperialista del F. Amplio, por lo que se comprende el rechazo que al proyecto firmado por el Presidente y los Ministros de Defensa, Economía y Finanzas y Relaciones Exteriores han expresado numerosos Comités de Base. ¡Uruguay, cooperando en la guerra contra China! Una empresa entre la estupidez y la indignidad con final de derrota asegurada y perjuicios insospechables para las generaciones venideras.
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